Para que un consumo se transforme en problemático, lo primero que hay que analizar es qué tipo de vínculo establece la persona con la sustancia. Siempre en clave de la posición que ocupa esa persona con respecto a su clase social, su edad, su identidad de género, el territorio en el que habita, las instituciones por las que circula, el acceso a la salud, la noción de cuidado, propio y colectivo, entre otros aspectos. O sea, siempre teniendo en cuenta el trayecto de vida de la persona. En síntesis, es fundamental que podamos analizar los consumos de sustancias en su complejidad, sus distintas modalidades de uso, las diferencias en los consumos, la trayectoria de esa persona y el contexto social, enmarcándolo en una realidad compleja, heterogénea y cambiante.